La vuelta de Viejas Locas: incidentes afuera, rock adentro
Nueve años después de aquella partida sin previo aviso en La Matanza, volvió Viejas Locas. “Éramos chiquitos… ¿Pasaron casi diez años, no? ¡Cómo cambia la vida en diez años! ¡Cómo cambia en un ratito!”, aseguró Pity Álvarez, líder. Los de Lugano se presentaron ante un Vélez colmado de chicos y chicas del ghetto stone, que, a diferencia de la etapa ante
rior, poguearon más de lo que bailaron. Desde arriba del escenario, la banda regresó “para poner al rock en su lugar”, ofreciendo un espectáculo extenso, con varios altibajos y cargado de emociones. Los enfrentamientos entre el público y la policía, en las afueras del estadio, sentaron el hecho grisáceo de la noche.
A las 22.55, Pity (voz y guitarra), Fachi (bajo), Abel Meyer (bateria) y Peluca Hernández (guitarra), brotaron de entre las tinieblas del escenario de Liniers. Dejaron atrás una nube de humo verde y violeta e inauguraron el set con “Intoxicado”. La masa, delirante, al borde del éxtasis. “Nena me gustas así”, “Adrenalina”, “Botella” (con Fachi en voz) y “Una piba como vos” advirtieron la fija del concierto: un sonido rudo, áspero, sucio (potenciado por la buena performance de Peluca, compañero de Fachi en Motor Loco). Claro, a excepción de las incursiones funk y cuasi soul en “¿Qué vas a hacer tan sola hoy?”, “Lo artesanal” (muy disco) y “Perra” (¡larguísima!). En ellas divisamos lo exquisito de Viejas Locas, lo más refinado. Me animaría a decir que este criterio sonoro, bastante más amplio que el de los rocks tradicionales de ViejasLó, fue uno de los motivos que llevó a Pity a dejar la banda en 2000.
Viejas Locas es una banda de los ´90. Consciente o inconscientemente, promovió el afianzamiento del segundo ciclo stone en Argentina (posterior a Ratones Paranoicos y anterior a la camada de “rocanrol” afín a Cromagnon). Es que el primer desembarco en Buenos Aires de Richards en el ´92, y luego el segundo, junto a su coequiper Jagger, en el ´95, sembraron el germen rolinga.
Actualmente el grupo suena garagero. Encarna con excelencia el arquetipo de rock & roll barrial, pero ya maduro. Y se enriquece cuando incorpora vientos, teclados y armónicas. El cuarteto reversionó números lentos como “Balada para otra mujer”, “Caminando con las piedras”, “El árbol de la vida”, y “Homero”, y también desempolvó rockitos intrascendentes como “638″, “Perro guardián” (el del video nuevo), “Dos nenas”, “Chico de la oculta” y “Dámelo”.
Y al frente de la banda está Pity, con todo lo que eso implica… Se viste sobrio, luego en technicolor. Se pone tierno y reparte rosas rojas. Saca a relucir su picardía y hace chistes con el público (”si van a tirar zapatillas, que sean 41 y algo moderno”). Se monta sobre los móviles de luces, les cambia el objetivo y apunta hacia la gente. Revolea el micrófono, se saca la viola, se pone inquieto, movedizo y comienza a correr (torpe) por las pasarelas. Se arrodilla sobre el escenario, se para de cuerpo entero sobre manos y cabeza, se acuesta sobre el piso, y canta. Divaga, toca la guitarra y canta. Divaga sobre Perón, habla de Johnny Allon, de Boca, de los negros, aúlla “neeeeeeegrooooooo” y canta. Canta temas sorprendentes, y otros no tanto. Hace uso de su talento en temas elegantes y bien logrados, y otras veces pifia la letra, se enoja con el sonido y revolea la guitarra. Pero sigue con la minuciosa e innata tarea de marcar un AC/DC en nuestro rock (Antes de Christian/Después de Christian).
¿Los momentos más altos del show? “Una vez más”, primer estallido considerable del público luego del arranque, con el estreno de la sección de vientos; “Hermanos de sangre”, con acoples, desajustes y enredos, pero contundente desde el bajo y el canto de Pity; “Niños”, psicodélica, temerosa y nublada como “Speak to me/Breathe” de Floyd. Y como resultado el estadio entero aplaudiendo un oscuro y notable desenlace de saxos; y el clásico “Me gustas mucho”, de tempo más pausado que la versión original de Especial (1999), e incitando a las chicas a seducir con su bailete rolinga.
“El rock puede ser blanco o negro. Hoy es de los dos colores” decía Pity para presentar el Negro García López, que se subió al escenario promediando el show. El actual músico de Charly García colaboró con su viola en varias canciones y se lució en un jam blusero, con reminiscencias a la música negra.
Desparramados, el repertorio también alcanzó punteos de guitarra de Pink Floyd, Rolling Stones y Ramones. Y por fin, luego de casi tres horas y media de show, y muchas reflexiones voladas, Pity y los suyos cerraron la noche con “Eva”.
Hasta el momento, lo de Viejas Locas no es más que un repaso sin brillo de glorias pasadas (así y todo, tienen la licencia incondicional de sus fans). Y a diferencia de otros regresos (aceitados, una pinturita), Vélez tuvo imprevistos y condimentos acordes al contexto criollo: desde los incidentes previos sobre la Av. J. B. Justo, pasando por la incómoda demora entre tema y tema y la floja organización (seguridad, prensa, escenario, etc.), hasta llegar a un final de concierto pesado. Quizá Fachi tenía razón: “Si esto no es el rock, ¿el rock dónde está?”.
Nueve años después de aquella partida sin previo aviso en La Matanza, volvió Viejas Locas. “Éramos chiquitos… ¿Pasaron casi diez años, no? ¡Cómo cambia la vida en diez años! ¡Cómo cambia en un ratito!”, aseguró Pity Álvarez, líder. Los de Lugano se presentaron ante un Vélez colmado de chicos y chicas del ghetto stone, que, a diferencia de la etapa ante
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A las 22.55, Pity (voz y guitarra), Fachi (bajo), Abel Meyer (bateria) y Peluca Hernández (guitarra), brotaron de entre las tinieblas del escenario de Liniers. Dejaron atrás una nube de humo verde y violeta e inauguraron el set con “Intoxicado”. La masa, delirante, al borde del éxtasis. “Nena me gustas así”, “Adrenalina”, “Botella” (con Fachi en voz) y “Una piba como vos” advirtieron la fija del concierto: un sonido rudo, áspero, sucio (potenciado por la buena performance de Peluca, compañero de Fachi en Motor Loco). Claro, a excepción de las incursiones funk y cuasi soul en “¿Qué vas a hacer tan sola hoy?”, “Lo artesanal” (muy disco) y “Perra” (¡larguísima!). En ellas divisamos lo exquisito de Viejas Locas, lo más refinado. Me animaría a decir que este criterio sonoro, bastante más amplio que el de los rocks tradicionales de ViejasLó, fue uno de los motivos que llevó a Pity a dejar la banda en 2000.
Viejas Locas es una banda de los ´90. Consciente o inconscientemente, promovió el afianzamiento del segundo ciclo stone en Argentina (posterior a Ratones Paranoicos y anterior a la camada de “rocanrol” afín a Cromagnon). Es que el primer desembarco en Buenos Aires de Richards en el ´92, y luego el segundo, junto a su coequiper Jagger, en el ´95, sembraron el germen rolinga.
Actualmente el grupo suena garagero. Encarna con excelencia el arquetipo de rock & roll barrial, pero ya maduro. Y se enriquece cuando incorpora vientos, teclados y armónicas. El cuarteto reversionó números lentos como “Balada para otra mujer”, “Caminando con las piedras”, “El árbol de la vida”, y “Homero”, y también desempolvó rockitos intrascendentes como “638″, “Perro guardián” (el del video nuevo), “Dos nenas”, “Chico de la oculta” y “Dámelo”.
Y al frente de la banda está Pity, con todo lo que eso implica… Se viste sobrio, luego en technicolor. Se pone tierno y reparte rosas rojas. Saca a relucir su picardía y hace chistes con el público (”si van a tirar zapatillas, que sean 41 y algo moderno”). Se monta sobre los móviles de luces, les cambia el objetivo y apunta hacia la gente. Revolea el micrófono, se saca la viola, se pone inquieto, movedizo y comienza a correr (torpe) por las pasarelas. Se arrodilla sobre el escenario, se para de cuerpo entero sobre manos y cabeza, se acuesta sobre el piso, y canta. Divaga, toca la guitarra y canta. Divaga sobre Perón, habla de Johnny Allon, de Boca, de los negros, aúlla “neeeeeeegrooooooo” y canta. Canta temas sorprendentes, y otros no tanto. Hace uso de su talento en temas elegantes y bien logrados, y otras veces pifia la letra, se enoja con el sonido y revolea la guitarra. Pero sigue con la minuciosa e innata tarea de marcar un AC/DC en nuestro rock (Antes de Christian/Después de Christian).
¿Los momentos más altos del show? “Una vez más”, primer estallido considerable del público luego del arranque, con el estreno de la sección de vientos; “Hermanos de sangre”, con acoples, desajustes y enredos, pero contundente desde el bajo y el canto de Pity; “Niños”, psicodélica, temerosa y nublada como “Speak to me/Breathe” de Floyd. Y como resultado el estadio entero aplaudiendo un oscuro y notable desenlace de saxos; y el clásico “Me gustas mucho”, de tempo más pausado que la versión original de Especial (1999), e incitando a las chicas a seducir con su bailete rolinga.
“El rock puede ser blanco o negro. Hoy es de los dos colores” decía Pity para presentar el Negro García López, que se subió al escenario promediando el show. El actual músico de Charly García colaboró con su viola en varias canciones y se lució en un jam blusero, con reminiscencias a la música negra.
Desparramados, el repertorio también alcanzó punteos de guitarra de Pink Floyd, Rolling Stones y Ramones. Y por fin, luego de casi tres horas y media de show, y muchas reflexiones voladas, Pity y los suyos cerraron la noche con “Eva”.
Hasta el momento, lo de Viejas Locas no es más que un repaso sin brillo de glorias pasadas (así y todo, tienen la licencia incondicional de sus fans). Y a diferencia de otros regresos (aceitados, una pinturita), Vélez tuvo imprevistos y condimentos acordes al contexto criollo: desde los incidentes previos sobre la Av. J. B. Justo, pasando por la incómoda demora entre tema y tema y la floja organización (seguridad, prensa, escenario, etc.), hasta llegar a un final de concierto pesado. Quizá Fachi tenía razón: “Si esto no es el rock, ¿el rock dónde está?”.
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